lunes, 20 de mayo de 2013

EL IMPACTO CULTURAL DEL THATCHERISMO #LaGallinaVasca 89

La Gallina Vasca, 20 abril 2013


EL IMPACTO CULTURAL DEL THATCHERISMO

El óbito de Margaret Thatcher ha sido una sorpresa, más que nada porque pensábamos que llevaba veinte años muerta. Es lo que tiene la tele, si no sales en ella no existes, pregúntale si no a Urdaci.
Nosotros que crecimos con la caja tonta ya no sabemos qué fue antes si la Thatcher o Mildred Roper (George & Mildred, Thames Tv), si la gallina o el huevo (vasco). Siempre que vemos a una mujer mandando nos parece profundamente thatcheriano, como aquella vez que pasaron por La2 La casa de Bernarda Alba y al ver lo de “basado en la obra de Federico García Lorca” creíamos que éste era un ministro a las órdenes de Margaret.
Porque la dama de hierro ha sido un referente, que decimos referente, ha sido el totem de los 80. Podemos ya señalarla como un icono pop o como el máximo común simbólico, a la altura del walkman y Michael Jackson, del pacman y Chuck Norris.
La imagen y carácter de la Iron Lady ha calado en nuestro universo audiovisual como la fina y perenne lluvia de Grantham, su pueblo natal.
Por un lado, aquellos inolvidables clásicos del cine inglés, crítica social espolvoreada con humor, aquellas comedias acre que reflejaban la depauperización de las clases más desfavorecidas por las políticas torys ochenteras, aquellas resacas producidas por la flexibilización, las privatizaciones salvajes y el pulso ganado -y posterior aniquilamiento- a los sindicatos ingleses (Trade Unions). El lector avispado de La Gallina Vasca, valga la redundancia, ya habrá adivinado a estas alturas que hablamos de las pelis que a Félix Linares le molaba poner en La noche de (ETB-2): Full Monty (Cattaneo, 1997), Tocando al viento (Herman, 1997), Billy Elliot (Daldry, 2000), Riff-Raff, Lloviendo piedras (Loach, 1990 y 1993), etc.



Por otro lado, la Thacher como referente simbólico, como esa mujer mandona, subyugante e inflexible. Porque ella partía el bacalao, pero muy lejos de hacerlo desde un prisma matriarcal, adoptó, reprodujo y proyectó el rol masculino hasta el paroxismo.
Este perfil era una golosina que no se podía desaprovechar. En la televisión española previa al advenimiento de los canales privados hay dos ejemplos muy gráficos: Javier Gurruchaga, en una versión despampanante, grotesca y excesiva (como él mismo, se podría decir). El personaje, Cayetana Gurruchaga, era su madre ficticia y apareció en el mítico Viaje con nosotros (TVE,1988). Y Rosa María Sardá, en una versión más templada y ácida, en el inolvidable personaje que desquiciaba a Honorato, su coitado marido, en el no menos mítico Ahí te quiero ver (TVE, 1984).




El punto culmen de todo esto es Falcon Crest,(CBS, 1981). Si ya dijimos que El cochefantástico (NBC, 1982) era el epítome del reaganismo, Angela Chaning es puro thatcherismo, esa mujer que no necesita de las armas sexuales para dominar en un mundo de hombres. En total contraste con el estilo Corina de Alexis Carrington/ Joan Collins en Dinastia (ABC, 1981). La dama de hierro tenía más laca y la Chaning una sonrisa más aviesa, pero las dos reflejaban el mismo nivel de asexualidad. Y aunque la inglesa tenía a su marido y la californiana a Chau Li, los dos hombres cumplían el mismo rol, el de bastón funcional, porque ninguna de ellas necesitaba un compañero sentimental, eso es de bujarras débiles. Ambas eran capaces de anular a todos los varones que tenían a su alrededor bien sea el cowboy Ronnie Reagan, Chase Gioverti, Felipe González, Richard Chaning o el Papa de Roma. Margaret y Angela partían y repartían, mandaban y se imponían porque tenían más cojones que ningún otro.