domingo, 15 de agosto de 2021

JURE ZDOVC. EL MINERO ESLOVENO




Eslovenia ha finalizado los Juegos Olímpicos con cinco medallas, tres de ellas, de oro. Un bagaje sobresaliente si tenemos en cuenta que es un país con apenas dos millones de habitantes. No obstante, a Eslovenia se le escapó la más ansiada, la de basquetbol. El combinado tenía una trayectoria invicta con Luca Doncic en la cancha, pero un tapón en el último segundo de la semifinal privó a los eslovenos del sueño olímpico. En cualquier caso, es una buena oportunidad para recordar el último equipo yugoslavo de baloncesto y el papel crucial que jugó el único jugador esloveno de aquel combinado, Jure Zdovc.

El 24 de junio de 1991 Zdovc era un tipo afortunado, era el base titular de la Yugoslavia que había sido campeona del mundo el año anterior y lo era de la selección que a la sazón estaba arrasando para revalidar el título europeo. Jure era el currela de aquel combinado descarado y brillante. Su habilidad en el manejo del balón, su gran visión de juego y su defensa espartana, relegaron a un anotador compulsivo como Shasha Djordjevic al banquillo. En 1990 le acompañaron Drazen Petrovic, Toni Kukoc, Zarco Paspalj y Vlade Divac. Un año después Pedrag Danilovic había sustituido a Drazen Petrovic (en la NBA) y Dino Radja a Paspalj (que pasaba a ser el sexto hombre). El primer quinteto sumó 31 temporadas en la NBA, el segundo, 34. Dovc fue el único que no jugó nunca en Estados Unidos.

El 25 de junio, la vida de Jure y la de Europa dieron un giro de 360 grados: Eslovenia declaraba la independencia unilateral de la federación yugoslava. Un día después, Jure Zdovc recibió una llamada telefónica del nuevo gobierno esloveno, las indicaciones eran claras, había dejado de ser yugoslavo y debía abandonar inmediatamente la competición. Jure no pudo reprimir las lágrimas cuando entró en la habitación de su entrenador Dusan Ivkovic para comunicarle que no podía disputar el partido de semifinales.. Jugar en aquel equipo le hacía feliz pero no tenía alternativa. De no abandonar la competición, sería declarado traidor a Eslovenia.

El 27 de junio de 1991 los balcánicos pasaron por encima de los transalpinos en la final, en una exhibición de talento y sincronía colectiva. Fue el canto del cisne de aquel último equipo yugoslavo. La celebración tuvo su punto amargo, pues una medalla, la del base esloveno, se había quedado sin entregar. Aparte, casi todo el mundo vislumbraba el derrumbe de Yugoslavia, como si fuera una reverberación del colapso soviético. Unos cuantos agoreros afirmaban convencidos que iba a estallar la guerra. Pero lo que pocos tenían en mente es lo que realmente pasó: episodios de limpieza étnica en las entrañas de Europa, apenas cincuenta años después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Acaso alguien podría haber pronosticado la masacre de Srebrenica o los francotiradores a sueldo disparando a civiles en el mercado de Sarajevo?




Agosto de 1992. Bozidar Maljkovic, el coach que había conmocionado al mundo baloncestístico con la Jugosplastika de Split, recala en Limoges. Había fracasado en Barcelona en el enésimo intento de los culés por conquistar Europa y buscaba un nuevo comienzo. El técnico pidió expresamente a Zdovc para su equipo y éste estaba presente cuando Maljkovic habló con brutal franqueza a su nueva plantilla. Les dijo que eran un equipo mediocre, que no tenían el talento necesario para conseguir nada importante. Les aseguró que si querían lograr algo, tendrían que defender como nunca lo habían hecho antes. Anular el juego del rival era la única oportunidad de alcanzar la excelencia, Naturalmente,  Jure era la piedra angular del proyecto.

El 15 de abril de 1993 el humilde Limoges dio la campanada. Se presentó a la Final Four de Atenas como el equipo cenicienta, pero consiguió doblegar en semifinales al Real Madrid de Arvydas Sabonis y en la final a la Benetton de Treviso. Limoges solo necesitó unos ridículos 59 puntos para superar al equipo liderado por Toni Kukoc y alcanzar la gloria del cetro europeo. Surgió así la leyenda de ”Los mineros”, el nombre con el que el propio Maljkovic bautizó a sus pupilos, por el duro trabajo y la intensidad en defensa que hacían partido tras partido.


 


El verano siguiente, Zdovc probó con los Knicks En New York le hicieron una oferta, pero él prefirió minutos de calidad en Europa que el brillo de las luces de la ciudad que nunca duerme. De modo que continuó su vagabundeo por Europa, (Grecia, Francia, Turquía, Eslovenia), para retirarse finalmente en Split en 2002, donde consiguió la liga croata.

El 30 de junio de 2005, se organizó un partido homenaje para darle la medalla que no pudo recoger catorce años antes. El encargado de oficiar la entrega fue Dusan Ivkovic, en una muestra de justicia poética. Y Jure volvió a jugar y a divertirse con los compañeros de la generación de los sueños robados, como cuando tenían veinticuatro años. Ya  lo dijo el gran Dino Radja: “aquel equipo... era muy bueno, Cuando nos juntábamos... éramos realmente buenos”. 

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