jueves, 11 de agosto de 2011

MARIO Y ALASKA # La Gallina Vasca 48


La ética de la autenticidad y la estética del simulacro.
Regla de oro para ser una celebrity:
saber rodearse bien.
Johan Krunch, nuestro especialista en Tele5, ha sufrido una crisis nerviosa tras asistir estupefacto al retorno de Beatriz Trapote a Tele5 como presentadora de Vuélveme loca. Los médicos le han ordenado que deje de ver Tele5 durante 40 días. Queda anunciado con ésto que no se hablará de Tele5 al menos hasta la llegada del otoño. Johan ha empezado una dieta estricta para recuperar sus estabilidad mental: las dos temporadas de Misfits en vena, una dosis de epopeya para recuperar la fuerza para vivir a cargo de Juego de tronos y, para bajar el subidón épico de ésta, unas pildorillas en forma de los capítulos de las últimas temporadas de Entourage (El séquito) y Hung (Superdotado).
Sin Tele 5 y sufriendo estos días de impasse veraniego hemos optado por saldar una cuenta pendiente: ver el reality Alaska y Mario, cortesía de MTV.es.
El éxito del reality de Ozzy Osborne en la MTV nodriza , llevó a los responsables españoles a hacer una adaptación, y que mejor icono de la Iberia contemporánea que la singular pareja Alaska (Olvido Gara) y Mario Vaquerizo.
Ella, el epítome andante de un camelo llamado movida madrileña. Cantante -básicamente playback- de Fangoria, tertuliana en el el programa radiofónico de Jiménez Losantos y siempre dispuesta a las preguntas de los periodistas en los photocalls más pijos. Ella es Alaska y punto.
Él, Subterfuge boy, tertuliano rosa, periodista de pega, rockero de palo y marido de Alaska.
Pero eso era hasta ahora. Gracias a este reality, Mario es Mario y Alaska pasa a ser la mujer de Mario. A lo largo de la temporada, que concluye a lo grande con la boda de ambos en una azotea de un hotel de la Gran Vía, vemos como el carácter hedonista, superficial y frívolo de Vaquerizo se come a Alaska cuya proyectada amabilidad, sus destellos cultos y su templada corrección terminan por resultar aburridos televisivamente hablando.
Desde el primer episodio de los ocho que forman la temporada, Mario se hace con el protagonismo y no lo suelta. Él es quien llena el programa: su amor a las Mahous, su mitomanía pop que deriva en decoración kitsch de su caro piso madrileño, su inglés infame, su simultáneo cruce de piernas y brazos, su gesto zoolander ante las cámaras de fotos, el divertido amaneramiento de su íntima Nancy Travesti, sus plumiferos “cari”, “cielo”, “Olvi”, “mamarracha”, su risa desatada ante sus propios chistes, su insulto máximo: “indies hijosdeputa”. Son tantas cosas... 


La cazadora blanca Valmain de Mario, 13mil leuros...

Mario y su señora son el paradigma del tardío capitalismo y del consumo onanista, lo podemos comprobar cuando Vaquerizo se gasta 19mil€ en dos txupas de cuero, que son una mierda pero de marca (Valmain) o cuando Alaska se gasta 12mil € en una foto Polaroid como regalo de boda a su marido. La foto es tan cara por el que la hizo se llamaba Andy Warhol y la retratada se llama Debbie Harry aka Blondie. Aunque la anécdota que mejor ilustra todo ésto se produce en el backstage de los Fangoria cuando Nacho Canut se queda mirando la txupa Valmain con remaches de Vaquerizo (6mil euracos) colgada en un perchero y reflexiona “pero si ésta es como las que se hacían los punkis hace 30 años, ¿cuánto ha costado?”, “5€”, contesta una mamarracha que está por ahí. “No vale más” sentencia Canut.

El lector de la Gallina Vasca a estas alturas creerá que la pareja y el programa resultan ligeros y artificiales o, como diría aquel pensador postmoderno, la estética del simulacro desplaza a la ética de la autenticidad, pero en el caso de Mario Vaquerizo la estética y el simulacro es su ética y su autenticidad. No importa saber cantar, no importa saber escribir, no importa saber si América es un continente o un país. No importa el cómo, lo verdaderamente importante es ser una celebrity y Vaquerizo lo ha conseguido. A decir verdad todo funciona perfectamente como espectáculo televisivo.



Llegados a este punto, sólo nos queda rogar por una segunda temporada para esta pareja estelar y por una adaptación a la vasca. Se nos ocurre los Cápsula o Francis de Doctor Deseo, tienen tanto glamour como los aludidos y además tienen algo de lo que ellos carecen: talento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario