Publicado en la Gallina Vasca el 19 de enero del 2013
España nos ha vuelto a ganar por la
mano. Mientras la televisión vasca pierde el tiempo con realitys
serios, del tipo El conquistador del fin del mundo, en
los que priva el sacrificio, el esfuerzo y la constancia, MTV arrasa
con Gandia Shore.
Siguiendo la estela de Jersey Shore (USA) y Georgie Shore (UK), Gandía supera con creces a éstos gracias a sus insuperables cotas de cutrez.
Siguiendo la estela de Jersey Shore (USA) y Georgie Shore (UK), Gandía supera con creces a éstos gracias a sus insuperables cotas de cutrez.
Este domingo 20 de enero finaliza la
primera temporada. No lloren, el éxito del programa garantiza nuevas
temporadas para goce de todos nosotros, yonkis de la vergüenza
ajena, adictos al patetismo choni inyectado por tele.
Ingredientes. Ocho membrillos ninis sin oficio ni beneficio pero con una virtud difícil de encontrar: son capaces de superar las más altas cimas de ridículo sin que la continua presencia de las cámaras les perturbe lo más mínimo.
Una casa que lo flipas con su bar, su
piscina, sus hamacas y su jacuzzi. Dos dormitorios a compartir
y un cuarto de invitados, eufemismo de habitación de folleteo.
Preparación: Los chavales
trabajan tres horas al día en jornadas alternas repartiendo flyers
de un txiringito playero. El resto se lo pasan de juerga y durmiendo
la mona. Todo ello, claro está, en un contexto veraniego lúdico
pijil. Los establecimientos de ocio nocturno son lo típico:
infumables discotecas con una música espantosa y atestado de machos
con escote y hembras oxigenadas. Al tercer txupito ellos se quitan la
camiseta para lucir tableta y ellas se suben al podium para lucir el
tanga.
A pesar de lo frívolo e insustancial
del asunto, aflorarán los sentimientos, se precipitarán los
conflictos y hasta se vislumbrarán brotes filosóficos, porque a fin
de cuentas esta gente es tan persona humana como los demás ¿vale?
Dramatis personae:
Ylenia. Vitalista y brutalmente
sincera al principio de la temporada, loca de atar en los últimos
capítulos. Su mirada perdida de desequilibrada nos recuerda a las
viejas malvadas de los culebrones. Su hostión de morros toda morada
ha sido uno de los highlights de la temporada. Autora asimismo
del mantra del programa: vámonos
a Gandia Shore. Nivel de toxicidad: 9.
Esteban: En un principio, sus
tatuajes -mayormente los números de dorsal de futbol americano- nos
hicieron pronosticar indicios de minusvalía intelectual. Finalmente
ha demostrado ser el concursante con mayores dosis de sentido común.
Lo llevaron para hacer el rol de musculoso inflado, versión tierna,
y ha cumplido. Sus lágrimas en el penúltimo capítulo lo confirman.
Nivel de toxicidad: 5.
Labrador. Rafa Mora de bolsillo.
Por algún trauma pretérito necesita reafirmarse continuamente, qué
guapo soy y qué tipo tengo. Tan presuntuoso y fanfarrón que a
ratos nos recuerda a un Mohammed Ali levantino. Sólo que ni tiene
carisma, ni es guapo, ni es rápido. La sombra de ser un polla
spagheti le persigue. Autor de una de las mejores frases cuando,
dirigiéndose a Esteban, soltó “tienes un corazón enorme, tío,
más grande que el puto brazo”. Nivel de toxicidad: 7
Gata: Insufrible y picona. Falsa
sin estilo. Responsable en el sentido más repelente. Miau, miau...
vete a freir espárragos! Nivel de toxicidad: 8
Core: Hija de papá. Tía buena
y ligera de cascos. Inocua y superficial. La famosa agresora del
zapato en el primer capítulo. Su reacción, cuando Clavelito y
Abraham se la liaron con el asunto de la cama de Ylenia, le hizo
subir muchos enteros. Nivel de toxicidad: 6.
Clavelito: Pan
sin sal. Es como Rajoy, ni ensucia ni limpia. El perfilado de sus
cejas da una impresión turbadora pero Clavelito ha demostrado ser
una personalidad extraordinariamente plana. Títere ridículo de
Abraham. Con el paso de los capítulos ha demostrado facilidad para
las interacciones con lengua en discoteca, si bien le cuesta llegar a
la resolución coital. A menudo parece un perrito confundido por el
exceso de estímulos. Incapaz de decidir por si mismo, sería mejor
para el programa que Abraham lo llevara atado con una correa. Nivel
de toxicidad: 6.
Arantxa.
Nuestra preferida. Adoramos sus estampados de leopardo y su
apariencia de babydoll.
Perezosa e
indolente, sí; pero simpática y vital. Hedonista y de buen vino. A
Arantxa le gusta besar a la gente y a nosotros nos gusta verla besar.
Los filetazos que se da con una chica en la discoteca ha sido de lo
más nutritivo de esta temporada. Nivel de toxicidad: 4.
Abraham.
Pijo y guapo. Tupé espectacular, cuerpo apolíneo. Intrigante y
maquiavélico. Alimenta traiciones y lía conflictos a espaldas de
todos. Vanidoso e incapaz para la empatía. Cada día nos recuerda
más a Patrick Bateman.
De seguir su evolución puede convertirse en un sociópata peligroso.
Si lo ven a menos de dos metros, nuestro consejo es que corran. Nivel
de toxicidad: 10.
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