La Gallina Vasca, 20 abril 2013
EL IMPACTO CULTURAL DEL THATCHERISMO
El óbito de Margaret Thatcher ha sido
una sorpresa, más que nada porque pensábamos que llevaba veinte
años muerta. Es lo que tiene la tele, si no sales en ella no
existes, pregúntale si no a Urdaci.
Nosotros que crecimos con la caja tonta
ya no sabemos qué fue antes si la Thatcher o Mildred Roper (George
& Mildred, Thames Tv), si la gallina o el huevo
(vasco). Siempre que vemos a una mujer mandando nos parece
profundamente thatcheriano, como aquella vez que pasaron por La2 La
casa de Bernarda Alba y al ver lo de “basado en la obra de
Federico García Lorca” creíamos que éste era un ministro a las
órdenes de Margaret.
Porque la dama de hierro ha sido un
referente, que decimos referente, ha sido el totem de los 80. Podemos
ya señalarla como un icono pop o como el máximo común simbólico,
a la altura del walkman y Michael Jackson, del pacman y Chuck Norris.
La imagen y carácter de la Iron Lady
ha calado en nuestro universo audiovisual como la fina y perenne
lluvia de Grantham, su pueblo natal.
Por un lado, aquellos inolvidables
clásicos del cine inglés, crítica social espolvoreada con humor,
aquellas comedias acre que reflejaban la depauperización de las
clases más desfavorecidas por las políticas torys ochenteras,
aquellas resacas producidas por la flexibilización, las
privatizaciones salvajes y el pulso ganado -y posterior
aniquilamiento- a los sindicatos ingleses (Trade Unions). El lector
avispado de La Gallina Vasca, valga la redundancia, ya habrá
adivinado a estas alturas que hablamos de las pelis que a Félix
Linares le molaba poner en La noche de (ETB-2):
Full Monty (Cattaneo, 1997), Tocando al viento
(Herman, 1997), Billy Elliot (Daldry, 2000),
Riff-Raff, Lloviendo piedras
(Loach, 1990 y 1993), etc.
Por otro lado, la Thacher como referente simbólico, como esa mujer mandona, subyugante e inflexible. Porque ella partía el bacalao, pero muy lejos de hacerlo desde un prisma matriarcal, adoptó, reprodujo y proyectó el rol masculino hasta el paroxismo.
Este perfil era una golosina que no se
podía desaprovechar. En la televisión española previa al
advenimiento de los canales privados hay dos ejemplos muy gráficos:
Javier Gurruchaga, en una versión despampanante, grotesca y
excesiva (como él mismo, se podría decir). El personaje, Cayetana
Gurruchaga, era su madre ficticia y apareció en el mítico Viaje
con nosotros (TVE,1988).
Y Rosa María Sardá, en una versión
más templada y ácida, en el inolvidable personaje que desquiciaba a
Honorato, su coitado marido, en el no menos mítico Ahí te
quiero ver (TVE, 1984).
El punto culmen de todo esto es Falcon Crest,(CBS, 1981). Si ya dijimos que El cochefantástico (NBC, 1982) era el epítome del reaganismo, Angela Chaning es puro thatcherismo, esa mujer que no necesita de las armas sexuales para dominar en un mundo de hombres. En total contraste con el estilo Corina de Alexis Carrington/ Joan Collins en Dinastia (ABC, 1981). La dama de hierro tenía más laca y la Chaning una sonrisa más aviesa, pero las dos reflejaban el mismo nivel de asexualidad. Y aunque la inglesa tenía a su marido y la californiana a Chau Li, los dos hombres cumplían el mismo rol, el de bastón funcional, porque ninguna de ellas necesitaba un compañero sentimental, eso es de bujarras débiles. Ambas eran capaces de anular a todos los varones que tenían a su alrededor bien sea el cowboy Ronnie Reagan, Chase Gioverti, Felipe González, Richard Chaning o el Papa de Roma. Margaret y Angela partían y repartían, mandaban y se imponían porque tenían más cojones que ningún otro.
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