lunes, 22 de abril de 2013

HAY UNA COSA QUE TE QUIERO DECIR #LaGallinaVasca88

En La Gallina Vasca, 6 abril 2013

*Momento cojín: dícese del movimiento que hace el espectador con el cojín para taparse la cara ante la sobredosis de vergüenza ajena que le invade.

 

Parece un promocional del World Wrestling Entertainment pero no lo es.





 No sabemos si es que lo dan a todas horas o es que vemos la tele siempre el mismo día, pero cada vez que hacemos zapping nos encontramos con Hay una cosa que te quiero decir, el programa buscalágrimas que presenta el incansable Jorge Javier Vázquez. El formato del programa es calcado al Tengo una carta para ti de la olvidada Isabel Gemio, es decir, un programa de reconciliación. En resumen, una eficiente máquina de reparación de relaciones rotas, añejas y envenenadas para sonrojo del espectador más crédulo. 


Preparen las cocteleras: un plató con los focos más brillantes que el pelito de Gorka Arrinda, el registro de voz más almibarado del eterno premio Ondas narrando el melodrama y el incauto protagonista de la encerrona que, entre lágrima y lágrima, no acierta a adivinar que sus emociones cotizarán mañana en el Ibex35. Agítenlo todo y se encontraran con el programón con más momentos-cojín* por minuto de nuestra televisión.
El evento televisivo es largo, larguísimo. Como nadie lo ha visto de principio a fin todavía no se sabe si dura horas o días. Especulamos que el público es de cartón piedra. No hay persona que aguante tanto tiempo, tanto momento-cojín y tanta concentración de emociones saturadas. Ni Jesucristo aguantaría ese calvario. Por ello -para rellenar tanto hueco y el espectador mantenga la atención- últimamente les ha dado por invitar a famosos de diferente palo: artistas crepusculares, camaradas con un programa que promocionar, deportistas ociosos o famosillos de alquiler. Porque las celebritis son guapas, tienen los dientes blancos y siempre sonríen, el perfecto contrapunto al protagonista ordinario que, bien por la situación dramática que le ha llevado al programa, bien por su peor genética o bien por las 12 horas diarias que labura para subsistir, por lo general resulta feo y desagradable; desde un punto de vista televisivo, ojo.
Pero detengámonos en este ciudadano vulgar (de vulgo) sin el cual no sería posible el programa de Jorge Javier Vázquez, porque en él se puede explicar muchas de las circunstancias de la crisis y del país (o de la recesión y del estado, si lo prefieren). Fíjense en su vestuario y en su peinado, igualito al de la mayoría de las personas que se cruzan en su vida, fíjense en su manera de interactuar con Jorge Javier, (o con Jesús Vázquez o Emma García o Patricia Gaztañaga o Ana Rosa...) llana e ingénua. Todo en él denota tal inocencia y credulidad que es inevitable el imaginarse al encargado de la caja de ahorros de su barrio colándole la idea de que pagar durante cincuenta años todo el salario que gane por un piso de 68 metros cuadrados es la mejor inversión que puede hacer en su existencia.
Hoy los bancos ya no dan crédito ¿se han enfadado con nosotros? Eso jamás pasará con la tele, ayer, hoy y siempre será nuestra guía protectora. Mientras exista un talk-show, habrá esperanza.

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